Siempre nos lo dicen, que todo pasa, que todo llega.
Siempre nos pasa que los recuerdos nos pasan o que los recuerdos nos llegan,
pasa siempre que o te pasas o no llegas y también siempre tienes que pasar para llegar o llegar para pasar.
Los recuerdos siempre llegan y siempre ganan, no importa lo que queramos hacer, poco importa adónde queramos ir siempre pasa, ellos llegan y te paras.
Es como una melodía suave de tu canción favorita, con el hormigueo en el tono de un disco de vinilo, poco a poco se apodera de ti, no quieres dejarlo entrar porque a veces son dolorosos, otras bonitos, dulces, pero aún así nunca los queremos de vuelta porque nos hablan de lo que carecemos en nuestro presente o de lo que dejamos atrás.
Tratamos de huir de ellos, nos metemos en el coche y pisamos el acelerador como queriéndolos dejar allí en mitad de la carretera como un viajero abandonado, es entonces cuando pones la música más alta, cuanto más alta más me olvido pero entonces salta ésa canción y todo vuelve de nuevo, miras al asiento del copiloto y ahí está el recuerdo sentado junto a ti donde siempre ha estado aunque tú no quisieras verlo. Te mira con los ojos de aquella persona que conociste en verano y casi con total nitidez puedes verla ahí sentada sonriendo comiendo un helado de cucurucho mientras se manchaba la punta de la nariz y se subía las gafas de sol y entonaba una canción desafinada que a ti te encantaba, claro que eso fue mucho antes de que él se cansara y se fuera a otros coches a otras vidas.
Das un volantazo y frenas en seco, apagas el coche y sales corriendo, necesitas aire, inspiras, mucho mejor ahora. El silencio llega a ti, estás tranquilo, le has dado esquinazo, te sientes seguro ahora.
Vuelves a conducir, esta vez sin música, por si acaso. Pasas al lado de la costa, el aire salino entra por la ventana,juega con tu pelo, con tus manos, se mete en tu camiseta, te refresca, te llena...
Ves la playa está tranquila y sola sonríes, te trae buenos recuerdos, espera ¿he dicho recuerdos? Lo ha conseguido otra vez, ha vuelto otra vez, miras por el retrovisor y ahí está sentado como una sirena, te envuelve con sus brazos desde atrás, flotando en el aire, etéreo, te susurra los días de playa, agitas la cabeza no quieres eso ahora, pero no escucha sólo habla de el Sol, de cuando paseabas por la orilla y eras feliz, cuando no necesitabas nada más que buena compañía y el mar para ser dichoso. Poco a poco te acaricia la cara y te trae recuerdos de aquellas tardes de lluvia frente al mar cuando a golpe de ópera las olas chocaban contra las rocas y a ti se te erizaba el cuerpo y el olor a pastel de marisco de tu madre llegaba desde la cocina...
Te desvías hacia una gasolinera, dejaste las sirenas atrás y te sientes casi como Ulises pero sabes que no acabará ahí, te bajas a comprar algo de comer mientras un chico muy amable te repone la gasolina.
Al entrar, escuchas Lana del Rey saliendo por los altavoces del local, te paseas por los pasillos en busca de algo dulce, Lacasitos, M´ms, Huesitos, Hurry up´s...coges unos Conguitos siempre te han gustado.
Alguien te mira desde el cristal de uno de los refrigeradores, te acercas despacio, no quieres que piensen que estás loco, entrecierras los ojos y lo ves. Suena la canción de antes pero en este caso es distinto, parece que suena para ti como la banda sonora de un recuerdo, y ahí está en el cristal, te mira, sabe que sabes que está ahí y te muestra una niña rubia de unos 5 años, está agarrada del brazo de su padre, le tira de la camiseta para que le compre más Conguitos, miras para atrás y no están, sólo están en ti, en tus recuerdos, cuando papá estaba contigo y te sentías segura porque con él siempre estabas a salvo, cuando pasabais las tardes juntos y él las llenaba de miles y miles de Conguitos. Cierras los ojos, papá ya no está, quizás por eso no te sientes tan segura como antes o quizás sí porque él sigue contigo.
Continúas tu camino ya falta poco para llegar al destino, te dejas llevar, pones música, enciendes un cigarro y comes Conguitos mientras cantas desafinando, miras al copiloto y le sonríes al recuerdo de aquella persona y miras al retrovisor y le sonríes al otro recuerdo con sabor a mar y miras los Conguitos y sueltas una carcajada, te colocas las gafas de Sol y pisas el acelerador.
Llegas y ahí está tu hermana, otro recuerdo te saluda al lado de ella, lleva los ojos de los días con ella, de todo lo que nos hemos reído y todo de lo que no. La abrazas y su aroma también te trae recuerdos...
- ¿ Y bien? ¿ Conseguiste recordar algo?- pregunta
Sonríes.
- Absolutamente todo.- contestas.
-Te dije que ese recorrido te ayudaría, sabía que así todo volvería a ti.- dijo
Miras hacia atrás, ya no le temes a los recuerdos, has aprendido a valorarlos como se merecen.